A los 17 años me fui de vacaciones a Barcelona con tres amigos y dos curriculum debajo del brazo, uno para el tablao Cordobés y el otro para el tablao del Carmen. Conocía su existencia por las revistas de flamenco de aquel entonces.
Allí me presenté y entregué esos folios.
Sería por la ilusión con la que llegué o por la reseña en ese papel de "primer premio de baile concurso de tanguillos de Cádiz", que le caí en gracia a Milagros de Vargas, bailaora y directora artística del tablao Cordobés y así comencé a trabajar en esa casa, que se convirtió en mi escuela durante 6 años.
Me instalé en Sevilla por mi inquietud de seguir aprendiendo y trabajando en los tablaos. Esta ciudad me enseñó los pilares fundamentales del flamenco. El establecerme allí, con las constantes idas y venidas a Barcelona, me dio la oportunidad de estar cada noche en los tablaos, espacios que me permitieron bailar como solista y donde pude probarme, equivocarme, encontrar sensaciones nuevas, entender las estructuras, disfrutar y también machacarme cuando algo no salía como quería.
Tablaos como el mencionado Cordobés de Barcelona, Los Gallos, El Arenal y el Casa Carmen de Sevilla y más tarde, Casa Patas, Café de Chinitas, Las Tablas o Corral de la Morería de Madrid han hecho que poco a poco descubra las fortalezas y debilidades de mi cuerpo para entender mis necesidades y darle sentido a esa personalidad artística que siempre rondó mi cabeza.
Entre tablao y tablao llegaron las giras, las actuaciones en peñas y festivales flamencos y las invitaciones para participar en proyectos de otros artistas. La primera vez que monté en avión fue para irme de gira con un guitarrista concertistas a Macedonia y a pesar de las 19 horas que tardamos en llegar a nuestro destino, ¡con qué felicidad más grande llegué al Ohrid Summer Festival!.
Fue también la época de los concursos profesionales, que me sirvieron para darme a conocer, coger tablas y llevarme algún que otro palo que me hacía poner los pies en la tierra para seguir estudiando y trabajando.
Los festivales flamencos de verano son lo que más me subía la adrenalina por el respeto y la exigencia de su público. He disfrutado mucho bailando en festivales como el del Cante Grande de Ronda, el de la Serrana o el Festival de La Guitarra de Marchena. Las Jornadas Flamencas de la Fortuna, el Festival de Avignon, el del Tío Luis de la Juliana de Madrid, o Las Nuits Flamencas de Châteauvallon.
Mientras seguía creciendo como artista, el baile me dio las alas que ensancharon mi mente viajando por medio mundo.